sábado, 17 de mayo de 2014

Y nuestra COPA volvió a su CASA

Campeones, Tricampeones. Eso es lo que somos.
 
Quizás no seamos el mejor equipo de la competición, ni el que mejor fútbol ha hecho, ni tampoco quizás, el que más se lo haya merecido, o sí, quién sabe. Quizás ni siquiera la debíamos haber jugado, o eso decían algunos como el entrenador del Getafe.
 
Pero una cosa está clara, hemos sido los campeones.
 
Y esta Copa, nuestra Copa, la hemos ganado porque hemos derrochado fe, casta, coraje...en cada partido, en cada eliminatoria.
 
Nos tildaban de prepotentes cuando tras perder inexplicablemente 0-2 en casa ante el eterno rival, salimos del Ramón Sánchez-Pizjuán, convencidos de pasar la eliminatoria. Y lo hicimos. Igualando la eliminatoria durante los primeros 90 minutos y ganando en los penaltis.
 
Nos dieron por muertos cuando el Oporto, un buen Oporto, quizás el mejor Oporto de toda la temporada, nos ganó 1-0. Nos tuvieron contra las cuerdas pero no fueron capaces de tumbarnos. Y lo pagaron caro. En Sevilla, en un espectacular partido, goleamos a ese Oporto que ya no parecía tan bueno y nos plantamos en semifinales.
 
A ese momento, junto a nuestro Sevilla FC,  llegaron el Valencia, el Benfica y el máximo favorito, la Juventus.
Yo quería a la Juve. Pensaba que era el más difícil, por ser quizás el mejor y por ser el anfitrión de la final, pero yo quería ver a la Juve. La Juve fue siempre uno de mis equipos favoritos, ése que podía hacerle frente al Madrid en Europa. Qué lejos quedaba Europa entonces.
 
Pero la suerte nos emparejó con el Valencia. Tercera semifinal europea, segunda contra un equipo español.
 
Después de 25 minutos en el que el Valencia fue superior, el Sevilla empezó a despertar y a dominar el partido. Un gol de M´bia en clamoroso fuera de juego nos puso por delante y una gran jugada de Vitolo y Bacca puso distancia en el marcador y en la eliminatoria. Pudimos y debimos haber sentenciado la eliminatoria, pero como el Oporto hizo con nosotros, los dejamos escapar vivo.
Aún así, todos nos veíamos ya en Turín. Era cuestión de marcar un gol. Marcando un gol se acababa la eliminatoria. Lo que no pensábamos nunca era que el gol llegaría en el minuto 94, cuando los valencianistas estaban ya saboreando una nueva final.
Nos vimos fuera, sí, pero nunca perdimos la esperanza de marcar ese gol que nos metería en nuestra tercera final. Desde aquella noche en Donest, desde aquella noche en la que Palop cruzó el campo para rematar un corner y llevarnos a la prorroga de aquella UEFA del 2007, nunca nos rendimos.
 
Estábamos en la final, increíble viendo como habían transcurrido las eliminatorias, pero allí estábamos. Y no contra la Juve, que parecía haber ganado la competición hacía meses, sino contra el Benfica, el subcampeón del año pasado, que acaba de eliminar a la Juve en su propia casa.
 
Y llegó el día. Y 9.000 almas sevillistas nos plantamos en Turín (en avión, en coche, en autobús, en combinados avión-autobús, avión-coche, ave-autobús) para ayudar a nuestro equipo a traernos a nuestra COPA a casa.
 
Yo sabía que iba a ser difícil. Que no iba a ser un paseo como casi lo fue la final de Eindhoven. Pasé todo el día tranquilo, disfrutando el ambiente, de la ciudad, por mucho que el ambiente fuera menor que en las otras finales por la mala organización y previsión de los turinenses y que la ciudad, sea con diferencia, la más fea que he visitado en Italia (y conozco muchas).
 
Estaba tranquilo porque tenía asumido que el favorito era el otro, por mucho que mi corazón sevillista me pidiera a gritos que no dejara de soñar.
 
Y llegué al Juventus Stadium, y entonces me entró el miedo a perder. Recordé que la mañana después de eliminar al Valencia me desperté pensando que habíamos ganado la UEFA con un gol de Gameiro, que no recordaba cómo había sido. En la ducha desperté del todo y comprendí que había sido un sueño. O no.
 
No quería perder la final. Quería que nuestra Copa volviera a casa. En las gradas vacías del Juventus Stadium empecé a tener miedo. Miedo a qué Sevilla me encontraría. Miedo a si de verdad ellos eran tan buenos como decían algunos. Miedo a perder.
 
Y empezó el partido. El Sevilla empezó bien, manteniendo la posesión y controlando el juego. Lo mismo pensarían los portugueses, pues no había ocasiones claras por ningún bando.
 
Y llegó el minuto 40 de una final que empezaba a pensar que sería larga, muy larga. Y el Benfica tuvo varias ocasiones claras, clarísimas, de esas que no se pueden fallar en una final. Pedía a gritos que acabara la primera parte. Tenía que acabar o se acabaría el partido para nosotros. Y se acabó. Beto, un defensa, Beto otra vez. La pelota no quería entrar.
 
Y empezó la segunda parte igual que acabó la primera. Los portugueses siguieron apretando y parece imposible que no marcaran. Una pierna, una mano, un penalti no pitado, otra vez Beto.
 
Tanta suerte no podemos tener, decía mi compañero de sufrimiento. Y yo le dije, es imposible que perdamos este partido. Será en los penaltis, me dijo, y así fue.
 
La prórroga fue un canto a la épica. Futbolistas con más de 50 partidos esta temporada, cayendo al suelo con calambres, ocasiones por ambas partes y una pelota que no quería entrar.
 
Y llegaron los penaltis. Quizás no debieron llegar. Quizás pudimos haber ganado en la prórroga. Pero igual que ellos no fueron capaces antes, nosotros estábamos empeñados en hacer de esta final, de esta competición, una telenovela, mucho sufrimiento y un final feliz.
 
Primero marcaron ellos. Después lo hizo Bacca, que se levantó de la camilla para tirar el primer penalti.
Después Beto paró a Cardozo. Y M´bia que estaba pidiendo el cambio desde el minuto 90 y que parecía no poder ni andar, marcó el segundo.
Y Beto volvió a parar. Entonces vi venir a Koke. Es increíble lo de este chico. Es capaz de lo mejor y de lo peor en cuestión de segundos. Pero tiene una gran virtud. Confía en él. Y marcó.
Ahí supe que la final era nuestra. Quedaban Gameiro y Rakitic y sólo necesitábamos uno. Cómo se iba a escapar.
Gameiro chutó y unas horas después nuestra Copa llegaba a Sevilla.
 
No debimos jugarla, hemos tenido mucha suerte, nos han ayudado los árbitros....bla bla bla. Casta, coraje y fe. Estas tres palabras en grandes dosis y un poquito de todo lo demás, igual a CAMPEONES.
 
 
 
 
 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Venimos a por nuestra COPA

Desde que supe que la final se jugaría en Turín, sentí un cosquilleo, ese cosquilleo que sentí hace unos años cuando me enteré que la final del 2006 se jugaba en Eindhoven.
Como aquella vez, empecé a soñar con llegar a esa final.
Cierto, que aquella vez era mi sueño de niño y ahora son muchas las finales jugadas y ganadas, pero esta final tiene mucho de especial.
A ver, esta final significa que lo pasó entre 2006 y 2007 no es irrepetible, sino que nos hemos convertido en un equipo que disputa campeonatos. Y lo es porque ha cambiado toda la plantilla. Nadie queda ya de aquellos que nos llevaron a la gloria y casi nadie de los del 2010, la última vez que ganamos un título.
Y ahí estamos. Algo de verdad cambió aquel 10 de mayo.
A por nuestra copa.