Del peor día de mi vida como aficionado al fútbol. Dos años hace ya de aquel maldito 28 de agosto en el que nos dejaste.
Dos años en el que cada domingo se canta tu nombre en el minuto 16.
Dos años del nacimiento de un mito para todos los sevillistas que vivimos, quizás, la época de mayor esplendor de nuestro equipo.
Dos años y sigo sin poder ver el gol que nos cambió la vida sin soltar unas lágrimas, sin que se me haga un nudo la garganta.
Dos años sin ser capaz de mirar la esquina donde te desplomaste (y te levanteste como sólo se levantan los héroes) y te vi por última vez con nuestra camiseta.
Dos años ya y parece que fue ayer. Desde ahí arriba, desde el tercer anillo, te ha pasado como a nosotros, que salvo en contadas ocasiones no hemos vuelto a disfrutar del fútbol como cuando tú estabas con nosotros.
Pero estoy seguro que este año disfrutarás viendo, desde el tercer anillo, hincar la rodilla a los más grandes de Europa.
Te debemos un título. Sé que hay muchos en la plantilla que tienen clavada la espina de aquella final de Mónaco que se jugó sólo tres días después de tu muerte. Sé que muchos de esos amigos y compañeros tuyos tienen entre ceja y ceja una final con el Milan en el Santiago Bernabéu (mismo lugar donde ganaste y ganamos nuestro último título) y dedicarte el triunfo.
Dentro de unos días volverá la competición a nuestra casa. Hasta entonces Antonio, porque aunque no te pueda ver allí, puedo sentir que estás.
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