Esta noche velaré armas en Barcelona, muy cerquita del Nou Camp, donde espero además dormir mañana con una copa más en nuestro palmarés.
El viaje en tren ha sido tranquilo, con cierto color sevillista, aunque por ser un día antes, no tanto como cuando fui a Eindhoven.
En el hotel también se respira ya sevillismo e incluso hay una bandera del centenario en la habitación de al lado a la mía.
Y mañana, con nuestras banderas, camisetas, bufandas y el gorro, nos iremos a pasear por Barcelona y disfrutar de esta bonita ciudad antes de ser conquistada con el Tsunami rojo, el mismo que conquistó Madrid.
Me voy a la cama, que acabo de salir del hospital, con el tiempo justo de coger el tren y estoy un poco débil todavía.
Mañana es el gran día. Ojalá dentro de doce horas esté tan contento como ilusinado ahora.
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