viernes, 5 de diciembre de 2014

Tarde y mal

No sé el tiempo que hace ni las veces que he criticado en este blog lo que para mí es la escoria del fútbol. Sería suficiente con dar una vuelta por los post de años anteriores y saldrían bastantes.

Pero como este país es como es, las medidas solo se toman cuando ocurre una desgracia.

Ahora todos los mandatarios de los equipos de fútbol se echan las manos a la cabeza y empiezan a hacer declaraciones del tipo, los violentos no tienen cabida en nuestro estadio, vamos a erradicar a los ultras, etc.

Señores, los ultras llevan años instalados en el fútbol. Llevan años utilizando el fútbol para llevar a cabo todo tipo de actos violentos, tanto físicos como dialécticos.

Años en los que no se puede acompañar a tu equipo sin tener miedo a recibir una paliza o algo peor.

Años en los que acudir a un estadio significa tener que aguantar insultos tras insultos. Porque un partido se para si a un jugador negro le llaman mono o se hace de manera ostensible desde la grada el gesto del mono cuando el jugador se acerca a la banda. Pero si se insulta de manera grave a la madre del portero o a la afición contraria (no hace falta repetir los cánticos que se escuchan en todos los campos), no pasa nada.

Yo estoy en contra de todo tipo de violencia. De la física, por supuesto, pero también de la verbal.

El fútbol es un juego, una fiesta. Al fútbol hay que ir a disfrutar de un espectáculo con tus amigos, con tus hijos, con la gente que quieres y compartir un sentimiento.

En el fútbol no hay por qué tener miedo a llevar una camiseta determinada y encontrarte con un grupo de descerebrados que te fastidien el día o algo más. En el fútbol no tengo por qué aguantar que me llamen yonki, gitano o cosas peores solo por ser sevillista o sevillano.

Es cierto, que el fútbol es un reflejo de la sociedad y que no podemos pretender tampoco una situación idílica que no se da en las calles, ni en los colegios, pero la situación actual era insostenible.

Pero lo que me fastidia es que haya tenido que haber una muerte para que se le meta mano de verdad. Y me fastidian las declaraciones de los dirigentes sobre la mano dura que van a ejercer cuando llevan años permitiendo e incluso facilitando a los ultras que actúen en los estadios propios y visitantes (regalando entradas, financiando desplazamientos, dejándoles cuartos dentro del estadio, etc.)

Tal como está la vida, las entradas a los partidos tendrían que ser nominativas y al venderse debería haber una posibilidad de saber si la persona que compra tiene antecedentes policiales por haber participado en actos violentos y en ese caso, no poder venderse la entrada. No sé si esta idea es legal o si hay medios para llevarla a cabo, pero es la única forma.

Y los carnés de socio igual.


Solo así, se puede echar a los violentos. Y digo violentos, porque estoy seguro que en los grupos llamados ultras (aunque a mí no me gusta llamarlos así), estoy convencido que hay personas normales que disfrutan del fútbol y que nos hacen disfrutar a todos. Y esas personas, que deberían lo primero de alejarse del concepto ultra o radical, deberían echar de sus peñas a los violentos.

Entre todos puede que salvemos el fútbol. Ojalá.

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