viernes, 1 de septiembre de 2006

Supercopa en Florencia

¿Quién me iba a decir a mí hace 9 meses que a finales de agosto mi equipo iba a tener dos títulos europeos? Si el primero lo viví insitu, en el mismísimo Phillips Stadium, el segundo tampoco lo viví en casa, aunque esta vez lejos de donde los gladiadores sevillistas luchaban por llevar a nuestras vitrinas la tan deseada supercopa. Desde el día 22 estaba en Roma, por lo que no pude vivir con intensidad la previa, las declaraciones de los jugadores, las posibles alineaciones, nada, lo único que tenía era lo que poco que podía contarme mi madre cuando la llamaba. La mañana del 25 salí de Roma dirección Florencia. Allí llegaría antes que empezara a rodar el balón y desde allí salí con mi camiseta de la supercopa, la misma que a final del día llevaría nuestro equipo. Hasta ese momento, los sentimientos futboleros de los miembros del grupo en el que viajaba (50 personas de toda España) se habían mantenido ocultos, pero al aparecer con mi camiseta aparecieron varios culés que, siempre con buen rollo, empezaron a decir que nos currarían esa noche. También surgieron muchos madridistas, atléticos, zaragocistas, gallegos, etc. que estaban con el Sevilla F.C. y que me animaban a sacar la bandera del centenario una y otra vez, y claro, también una hincha del otro equipo de la ciudad, que aceptó poco después la victoria del Sevilla con resignación. Primero en Asís, aproveché para pedirle ayuda a San Francisco de Asís, que desde entonces será para mí, SEVILLISTA, y luego a medida que nos acercábamos a Florencia empecé a ponerme más y más nervioso. Llegué a Florencia a las 20:35, sin tiempo casi para nada, subí a mi habitación, y llegó la desolación, no echaban el partido. Mientras pasaban los minutos y buscaba y buscaba por los canales, sonó mi movil, lo miré y era mi madre, no podía ser, mi Sevilla había marcado, ese toque me lo decía. Me fui a la cena, sufriendo, ya se había corrido la voz que Renato había marcado y casi no pude cenar. Los nervios me estaban matando, mi Sevilla se estaba jugando su segundo título europeo y yo no podía verlo. Entonces se me ocurrió como escuchar la segunda parte, llamaría a casa y que mi madre acercara el movil a la radio. Estaba esperando que acabara la primera parte, sin haber recibido noticias cuando de nuevo mi móvil sonó, mi madre otra vez, Kanouté había marcado el segundo. La segunda parte la escuché así, por el móvil, mientras los culés y me preguntaban una y otra vez. Los últimos minutos me quería morir, tuve que salir a la calle, pasear por un mercadillo florentino, hasta que escuché: Penalti a favor del Sevilla. Maresca estaba en el campo, no podía ser otra cosa que el tercer gol y la supercopa para Sevilla. Así fue. Cuando acabó el partido me fue a pasear por Florencia, sabía que no podría dormir, hablé con mi madre, con mi padre, escuché los pitos y cohetes que se tiraban en mi barrio...las lágrimas afloraban...quería estar allí. Esa misma noche conocí a más culés, entre ellos a Jordi, un chico de 15 años, culé de pura cepa que aceptó posar con la bandera (a regañadientes jajajaj) a cambio de que yo lo hiciera con la gorra del barsa. Esto es lo bonito del fútbol. Al día siguiente paseé por Florencia con mi bandera y mi camiseta del centenario, recibiendo felitaciones de todos los españoles con los que me cruzaba e incluso de algún italiano que a grito de MARESCAAAA me felicitaba por la victoria. Lo viví lejos, pero no se me olvidará jamás. Ya van dos, y lo mejor está por llegar. El último día estuve en Milán y visité San Siro, no pude entrar pero sentí que pronto, muy pronto vamos a jugar allí, porque como decía uno de los madridista que viajaba en mi grupo, el Sevilla ya es un grande, porque cuando se ganan títulos uno se hace grande y ya no deja de serlo. Eso espero.

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