Pero no ha pasado ni un sólo día que mi sevillismo no haya acabo en la pena de haberte perdido tan pronto, cuando tanto teníamos que vivir juntos.
Maldita noche del 25 de agosto.
A mi cabeza vienen recuerdos que me hacen saltar las lágrimas, aquel regreso a casa por la A-49 desde Ayamonte en el que se iban confirmando por la radio que te habías ido, aunque un familiar que trabaja en el Virgen del Rocío ya nos lo había adelantado.
Lágrimas que salían a borbotones ese día y que hoy todavía surgen cuando te recuerdo.
Cuánto cambió nuestra vida aquel día. Se nos fue una alegría que no ha vuelto a regresar al Ramón Sánchez-Pizjuán.
Espero que estés bien, allá donde te encuentres y que sigas disfrutando de tu equipo, que es el mío.
No te olvido.
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