Lo hemos vivido hace poco. La selección española de fútbol, actual campeona del mundo, empezó perdiendo el primer partido del campeonato. Un campeonato mucho más corto y donde se pagan aún más errores de este tipo. Y también lo hizo ante un rival muy inferior.
Eso hizo el Sevilla FC ayer, por lo que no debemos rasgarnos las vestiduras ni empezar a echar por tierra todo un proyecto, que sólo unas horas antes, era de nuevo, maravilloso.
Ahora, lo que hay que pensar es el partido del próximo sábado, en Barcelona, ante un rival que presenterá toda su artillería y ante el que nos jugamos el primer título de la temporada con una ventaja de 3-1.
Y una vez pase ese partido, tendremos que centrarnos en que el Sánchez Pizjuán sea el de las grandes noches europeas. Ese que era antes, pero que en las últimas ocasiones no ha sido.
Si somos capaces de hacer del Sánchez Pizjuán, ese fortín inexpugnable de antaño, la ventaja portuguesa de un sólo gol, no será suficiente para ellos.
Y respecto al partido de ayer, qué decir. El dominio de la primera parte fue aplastante, controlando el juego, al rival y llevando la inicitiva en todo momento. El resultado debió ser favorable para el Sevilla FC, pero no fue.
En la segunda parte todo cambió. Dejamos de anticiparnos al rival y dejamos de tocar la pelota. En los primeros minutos se veía que algo había cambiado y que necesitábamos un cambio.
Pero Álvarez estuvo lento en los cambios y cuando estos llegaron era demasiado tarde.
Al final, en una jugada ilegal perdimos el partido y tendremos que jugárnoslo todo a cara de perro en Sevilla.
Yo tengo confianza en este grupo. Tengo confianza después de la segunda parte del día del Barça y la primera de ayer. Espero que la otra imagen que hemos dado, aparezca esta temporada lo menos posible.
Barcelona y la Supercopa, nos esperan.
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