Desde las 4 de la tarde estaba en los alrededores del Ramón Sánchez-Pizjuán. Durante toda la mañana tuve que discutir con sevillistas que parecía disfrutar con lo que iba a pasar esa noche, donde parecía que los alemanes iban a machacarnos. No lo entiendo, pero cada uno tiene derecho a vivir su sevillismo de la manera que quiera.
El caso es que el mío, aunque sabía que el equipo está pasando por un mal momento y nos visitaba el segundo equipo mejor de Europa, detrás del Barcelona, según los números que tiene (11 puntos de ventaja al segundo en la liga alemana, 17 al Bayern Munich y sólo dos derrotas este año, ante el Sevilla FC precisamente una de ellas), yo siempre voy con la ilusión de que vamos a ganar.
Y cuando entré en el estadio noté que iba a ser una noche grande. Pero claro, una noche grande no siempre acaba bien, porque también fueron noches grandes, al menos en principio las de Fernerbache, Dínamo de Moscú y Sporting de Braga.
Me dio pena no ver el campo lleno hasta la bandera, pero los que fuimos, lo hicimos para dejarnos el alma animando, como aquellas noches inolvidables de 2006 y 2007.
Y entonces, marcó el equipo alemán. Un mal despeje (otro más) de Escudé y los alemanes (de rebote) nos marcaban el 0-1 y el guión del partido cambiaba totalmente.
Para un equipo que viene de perder tres partidos en casa ante equipos inferiores, de cinco derrotas consecutivas en total y sin que parezca tener ni forma física, ni calidad ni ganas suficientes para hacer nada, recibir un gol en el minuto 4 de partido ante un equipo tan poderoso, era casi, firmar la sentencia de muerte.
Pero ayer el Sevilla FC demostró que sigue siendo un grande en Europa y se repuso. A Dios gracias, los alemanes son muy buenos y muy fuertes, pero también muy jóvenes y creo que esa juventud e inexperiencia también jugó anoche.
El Sevilla FC espoleado por todos nosotros se comió a los imbatibles alemanes en 30 minutos y se fue al descanso ganando, con dos goles de ventaja en la clasificación pero con la lesión de nuestro hombre franquicia, Kanouté.
Y para colmo de la mala suerte, justo en el minuto 3 de la segunda parte, otro gol a balón parado.
El resto del partido fue un recital sevillista de ganas, intensidad y saber jugar al otro fútbol. Mirad, yo no soy partidario de este tipo de fútbol, pero ayer el Sevilla decidió controlar un partido metido atrás y el rival fue incapaz de hacernos una ocasión de gol. Lo siento, pero no es lo mismo que las eliminatorias de Barcelona o Getafe donde Palop y la suerte nos mantuvieron en liza. Ayer, el Sevilla FC dio un recital de como defender sin recibir ni un tiro entre los tres palos. Así, sí, aunque me guste más defender con el balón en los pies.
Si al final los alemanes nos hubieran marcado y hubiéramos caído, al menos me hubiera ido para casa tranquilo, dolido, pero tranquilo, porque mis jugadores lo habrían dado todo para conseguirlo. Pero hubo final feliz y cuando el colegiado pitó la alegría nos desbordó.
Qué alegría volver a salir del estadio con esa sensación de victoria. De sufrimiento, más por cómo está el equipo últimamente que porque no tuviéramos el partido controlado, y de alegría.
No quiero tirar las campanas al vuelo, pero siempre que sufrimos acabamos ganando la competición, así que yo me abono a estos sufrimientos de final feliz.
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