Lo que ayer vimos los sevillistas que fuimos a nuestro Ramón Sánchez-Pizjuán puede llamarse de cualquier forma menos equipo de fútbol.
Yo no sé si es por el sistema, o que el equipo refleja lo mismo que su entrenador, que no es otra cosa que tristeza.
De verdad, este entrenador va a hacer bueno todo lo anterior, porque está aportando menos de lo que esperaba, que ya era poco.
El equipo está triste, apagado, sin ganas de nada. El entrenador todo el tiempo dentro del banquillo, sin salir a dar voces, a dar indicaciones, a nada.
Dice que el equipo puede estar notando el esfuerzo realizado en copa, pero realiza sólo dos cambios.
Todo el mundo está viendo que nos tienen tapadas las bandas y que Navas y Perotti no están en su mejor momento (aunque éste en la segunda parte puso ganas y entrando por el centro participó mucho en el juego) pero nos empecinamos en jugar una y otra vez así.
En definitiva, partido, por llamarlo de alguna manera, soso, sin nada que comentar, salvo el distinto rasero con que nuevamente fuimos machacados por los árbitros.
Y, para ver como Pelligrini le dio un repaso a Manzano de cómo preparar un partido.
Tal como está la cosa, la Champions empieza a parecerme una quimera. Ojalá seamos capaces de mantener la séptima plaza y el año que viene volver a estar en Europa.
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