domingo, 20 de abril de 2008

Mazazo almeriense a nuestros sueños

Ayer recibí en nuestro Sánchez Pizjuán un duro mazazo. Tampoco puede decir que no esté acostumbrado, porque en esta temporada no es el primero. Ya recibí uno importantísimo ante el Fenerbahce y otro de menor fuerza ante el Atlético de Madrid. Este del Almería ha sido la gota que colma el vaso. Estaba en mi pueblo, a unos 100 km de Sevilla, viendo llover a mares y planteándome la posibilidad de verlo en la tele. Pero pudo más mi corazón sevillista. Mi suegra me decía: cómo te vas a ir con la noche que hace, la candelita tan buena que tenemos unos churrasquillos que vamos a asar. Señora, le dije, lo que me da a mí ese estadio no me la da la candela, ni los churrascos. ¡Cómo me equivocaba! Partido pasado por agua, de esos que sólo te compensa ir al estadio si tu equipo juega bien. Primera cosa que no me gusta, Renato se queda en el banquillo. No lo entiendo, hay jugadores que por muy bien que lo hagan acaban en el banquillo, ya le pasó a Maresca hace unas jornadas y ahora le pasa a Renato y Poulsen que no está (¿en qué estará pensando?) vuelve al once titular. Pero el Sevilla hizo unos primeros 20 minutos muy buenos en los que prácticamente pasó por encima del Almería. Unos 20 minutos en los que varios jugadores marraron ocasiones claras de gol. Unos 20 minutos de verdadero fútbol de los sevillistas, quizás espoleados por la inexplicable derrota del Atlético Madrid en casa. Y cuando mejor estábamos jugando, una jugada sin aparente peligro de los almerienses acaba en el fondos de las mallas, enviada allí por Alves. Inexplicable cómo ese balón acaba en la portería, pero tampoco es justo lo que escuché en la grada, algo así como que lo había hecho queriendo porque no le interesa que el año que viene juguemos en Champions. No me lo creo. Eso no es de deportista, de compañero, de persona. No. Si no quiere puede quitarse del cartel, como ya hizo a principios de temporada, pero meterle un gol a su propio portero, lo siento pero no, no puedo creerlo. Y ahí se acabó el Sevilla. El resto de la primera parte, penalti en contra fallado incluido, fue un monólogo almeriense que bien podía haber acabado en 0-3. La segunda parte empezó con esperanza pues Jiménez hizo el cambio que todos pensábamos, Renato por Poulsen. Pero justo al empezar, un zambombazo desde muy lejos sorprendió a Palop que sólo pudo rechazar el balón y dejarlo muerto en el área para que el delantero del Almería, mucho más rápido que un desastroso Mosquera nos marcara el 0-2. Aún así pensaba en el empate. Si un minuto antes pensaba que podíamos ganar 2-1, en aquel momento pensaba que podíamos, al menos, empatar. Pero no, la falta de contundencia defensiva, la expulsion de Adriano, la lesión de Mosquera y dos goles más del Almería acabaron por romper definitivamente al equipo. Las únicas cosas buena de la noche fueron, primero la grada que durante los 90 minutos no dejó de animar y que incluso con el 1-4 siguió apretando en busca de un imposible empate; el equipo, que salvo algún que otro jugador que no está, se fajó en la lucha, no bajando los brazos hasta que el árbitro no pitó, aunque en lo más adentro de sí mismos, supieran que la derrota era segura; y por último, la derrota del Atlético de Madrid que deja las cosas como estaban, salvo que el Racing gane al Real Madrid, aunque quede una jornada menos. La situación actual es la siguiente. Quedan 5 partidos y tenemos al Atlético de Madrid a 4 puntos y al Racing de Santander a 2, 3 o 5 dependiendo de su resultado de hoy (aunque es verdad que tenemos que visitar El Sardinero). Hay puntos suficientes, pero el equipo está roto, o al menos, esa es la sensación que tuve ayer. Y por detrás, el Almería se acerca peligrosamente, por lo que la UEFA todavía está en el aire. Son quince puntos los que quedan y el equipo tendrá que darlo todo, si quiere jugar el año que viene en Europa. El primero, el Murcia.

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