Era un partido de esos que parece que no tiene importancia, de esos silenciosos que llegan sin darte cuenta y que generalmente acabas perdiendo.
Colocado entre los dos partidos de una semifinal ante el R. Madrid y después de la cola que ha traído el primer partido por el escandaloso robo que sufrimos en casa, prácticamente nos hemos plantado en La Coruña (yo paso de escribirlo en gallego) sin tiempo a digerir lo ocurrido en el Ramón Sánchez-Pizjuán y sin que se hable nada del partido.
Prácticamente, en mi caso, no sabía ni siquiera la convocatoria, por eso cuando vi el once inicial me eché a temblar.
Y el partido fue, hasta la expulsión de Palop, como me temía. Un Sevilla que parecía tener la mente en otra parte, se paseaba por el campo, sin colocación ni orden, sin presión, sin posesión, sin nada bueno, ante un muy necesitado Dépor que salió con todo.
El resultado estaba claro, derrota 1-0 al descanso, dando la sensación de que nos habíamos quedado en Sevilla.
La segunda parte empezó un poco mejor y la salida de Acosta un poco después por un desaparecido Alfaro le dio otro brío al Sevilla, que pronto se encontró con Palop en la calle y con el segundo gol en contra.
Cuando estaba a punto de tirar la toalla, me demostró el equipo que cuando ellos nunca la tiran, que este año, con todos nuestros defectos, tenemos una virtud, que nunca se rinde, que lucha hasta el final y que es capaz de remontar cualquier resultado adverso. Y eso hizo, una increíble gesta, remontar un 0-2 con un jugador menos, y ponerse 2-3 en el marcador en menos de 30 minutos.
Al final, no pudo ser y el partido acabó en un empate a 3, que sabe a poco teniendo en cuenta la remontada, pero a mucho si vemos cómo se puso el partido tras el segundo gol de ellos.
Y por último quiero hablar del árbitro, que una vez más fue decisivo en nuestra contra y este año van demasiadas veces (qué caro estamos pagando nuestra rebelación contra el poder de los grandes por los derechos de televisión).
El árbitro tuvo las siguientes decisiones perjudiciales para nosotros:
- En la expulsión de Palop, primero da la ley de la ventaja, pues no pita cuando Palop toca la pelota, sino una vez que el jugador gallego lanza la pelota por encima del travesaño. Si das ley de la ventaja y el contrario, sin oposición la desaprovecha, no puedes después pitar la falta. Y si no pitas la falta, es decir, si no paras el juego en el momento en que se produce la mano de Palop, no puedes expulsarlo, porque la norma dice que si vas a expulsar a un jugador hay que parar el juego y no se puede dar ley de la ventaja. Creo que el árbitro, una vez que decidió dar la ley de la ventaja, ya no debió expulsar a Palop. La consecuencia, lo perdemos para el importantísimo partido de copa.
- No expulsó al delantero gallego que agredió a Alexis en toda la cara del linier sin que hubiera balón de por medio.
- Por último y en peor posición que el linier, dio validez al tercer gol del Dépor, aun cuando el linier, en mejor situación había levantado la bandera y liado a los jugadores sevillistas. Es verdad que el gol era legal, pero es imposible que el árbitro lo viera desde su posición. Para eso están los linieres y en muy contadas ocasiones un árbitro les quita la razón. Insisto, es imposible que puediera verlo y esto empieza a ser ya más que preocupante.
En definitiva, partido loco, desde la alineación inicial hasta el resultado final. Lo bueno, la capacidad de reacción, la casta y la entrega, además de la puntería. Lo peor, la falta de intensidad en los primeros sesenta minutos y la facilidad una vez más, para encajar goles.
Tenemos que mejorar, pero tengo esperanzas.
Y ahora, a pensar en la vuelta en el Santiago Bernabéu, donde estoy seguro que los madridistas van a tener que sudar sangre porque veo al equipo con el corazón herido y este equipo, herido, es muy peligroso.
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