No pudo ser. Había 40.000 personas en el Sánchez Pizjuán y cientos de miles en el resto del mundo, soñando con una victoria sevillista que nos hubiera colocados líderes y que sobre todo hubiera mantenido a raya al Real Madrid y hubiera perdido de vista al Valencia (haciendo menos importante el partido que tenemos el domingo contra ellos en Mestalla).
Y no pudo ser en parte por la mala suerte y en parte por las rotaciones. Aún con las rotaciones (faltaron a la cita siete titulares indiscutibles: Palop, Javi Navarro, David, Poulsen, Adriano, Kanouté y Kherzakov), algunas obligadas por lesiones o molestias y otras por simple descanso, fuimos superiores a un Racing de Santander que me ha defraudado. Si no ganamos fue porque tuvimos mala suerte ante el gol. Porque ocasiones hubo, muchas, aunque el juego desplegado por el equipo no fuera el de otras ocasiones.
Del equipo me gustó Maresca (aunque a veces ralentiza demasiado el juego), algo Chevantón (al menos se le ve con ganas) y me desesperó Luis Fabiano. Ya no puedo más con este futbolista. Este año pensaba que podía ser su consagración, después de una mala temporada pasada con la salvación del gol en la final de Eindhoven. Pero ya no podemos darle más oportunidades. No se las merece, al menos así pienso. Esa indolencia, esa lentitud, no puedo más. Yo le daría los minutos justos, cuando no hubiera a nadie que poner y por su puesto para la temporada que viene no tiene sitio, hay que buscarle una salida.
Ahora a pensar en el Tottemhan.
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