No quiero ser resultadista y por eso no hablo sólo de este partido, sino de lo que llevamos de liga. Está claro que después de dos temporadas maravillosas, en las que aparte de los títulos hemos disfrutado de un fútbol primoroso, de un equipo competitivo, de unas sensaciones nunca antes vividas, la sensación de saber que tu equipo podía ganar o perder pero que siempre o casi siempre hacía un gran partido.
Este año, salvo contadas excepciones, no encontramos nuestro juego, nuestro estilo. No sólo desde que está Manolo Jiménez al mando, sino desde antes, desde ese maldito final de agosto.
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