miércoles, 28 de noviembre de 2007

La noche soñada

Vino mi padre a recogerme esta noche. Siempre es al revés, yo voy a su casa, pero esta vez, por cosas que no vienen a cuento, vino él a recogerme. Estrené mi camiseta nueva, la de la champions, la templaria, como yo la llamo. Con el 16 a la espalda, sólo el número, el de Antonio, pero sin su nombre, Antonio Puerta sólo hubo uno y yo sólo llevo su número en su honor. Desde el 28 de agosto no disfruto las previas de los partidos. Ni siquiera los partidos más o menos importantes con el Real Madrid o el Valencia o los anteriores de Champions. Pero en éste, empecé pronto a notar el gusanillo, ese gusanillo de los partidos importantes, ése que hacía tiempo que no sentía. Camino del estadio fuimos, como hacíamos antes, hablando del partido, del futuro, de Moscú (como hace algún tiempo hablábamos de Eindhoven, como una utopía). Íbamos con la ilusión, pero quizás sin la confianza de este último año, con la ilusión pero sin confianza como en años anteriores. Esta noche era muy importante ganar. Lo era por lo deportivo, porque ganar significaba clasificarse por segunda vez en nuestra historia para los octavos de final de la Copa de Europa y porque significaba colocarnos líderes a falta de un jornada. Pero había una razón más importante. La magia se estaba perdiendo en Nervión, se estaba diluyendo con tanta desgracia, desagravios, mala suerte. Cuando llegué a mi localidad supe que esta noche era especial. Que iba a ser una de esas "noches mágicas de Nervión". El estadio prácticamente lleno, una afición volcada y la emoción a raudales cuando cantamos el himno del centenario, un himno que va camino de convertirse en un canto mágico como el Nunca caminarás solo de Anfield, y una afición visitante rendida tras escuchar nuestro himno. No empezó bien el Sevilla FC, pero, como ocurría antes, ni perdiendo temí por el partido. El Arsenal es un gran equipo pero el Sevilla FC se veía con las ganas, la ilusión y la calidad suficiente para vender cara su derrota. Por una vez, esta vez sí, no sólo íbamos a estar a la altura de los grandes, sino que íbamos a estarlo también en el resultado (me gustó el Sevilla de la Supercopa contra el Milan y el Sevilla que cayó en Londres ante el Arsenal, pero en ambos caso acabamos recibiendo un pequeño correctivo). Y volvió el Sevilla FC. Volvió a no desesperase, a jugar por banda, a jugar por el suelo, a tocar y tocar hasta desesperar, a reventar al contrario a base de ataques constantes (¿ves Manzano como no todos los equipos se encierran atrás cuando van ganando?) 3-1 para la historia, que pudo haber sido más, con un poco de suerte. Le devolvimos los 3 goles recibidos en Londres. Marcamos tres goles a un equipo que no había recibido ninguno esta temporada en Europa y vencimos a un equipo que no conocía la derrota esta temporada en ninguna de las competiciones que está jugando. Grande el Sevilla FC. Me ha hecho vivir junto a mi padre, otra noche inolvidable. 16 equipos (nuestro número mágico) se jugarán el pase a la siguiente eliminatoria, se jugarán acercarse un poquito más a Moscú. Uno de esos 16, será el Sevilla FC. Y mi camiseta nueva ya tiene un sentimiento especial para mí. La llevaré conmigo a Moscú si conseguimos llegar, como así sueño. Cuando llegó el minuto 16 y escuché los cánticos a Antonio, sentí como el número pegado en mi espalda me abrasaba la piel. Me sentí unido a mi nueva camiseta y sentí que esta noche estaba Antonio arriba y que íbamos, juntos, a disfrutar otra vez.

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