Entre mercernarios anda el fútbol

Se ha pegado Luís Fabiano dos temporadas sin da una a derechas. No sólo por su falta de gol, sino por su actitud dentro del campo. Ausente, incapaz de desbordar, lento. A final de su primera temporada se salvó de un traspaso por el gol conseguido en la final de Eindhoven. La segunda temporada debía de ser la de su consagración, sin embargo vimos prácticamente al mismo Luís Fabiano y eso que los delanteros cuando los equipos en los que juegan lo hacen al ataque suelen sobresalir. Pues no, tampoco fue el año. Alternó buenas actuaciones y pequeñas rachas goleadoras con caídas de cartel como la de la pelea en Zaragoza con Diogo. Yo este año no era partidario de darle una tercera oportunidad. Pero no quiso marcharse. Y cuando menos lo esperábamos, ese jugador que había maravillado en Brasil pero que en Europa era un futbolista triste, sin gol, lento, apático, etc., ha explotado y nos está dando su mejor versión a base de goles. Si Kanouté era el jugador indispensable las dos temporadas anteriores, Luís Fabiano está luchando codo con codo con él para serlo este año. Y a base de goles está salvando al Sevilla de una situación peor y está reencontrándose a sí mismo, volviendo incluso a la selección. Pues bien, poco más de veinte goles ha necesitado para sacar los pies del plato y por supuesto, hacerlo cuando peor puede hacerlo, cuando peor está el equipo y cuando más carnaza quieren encontrar los periodistas para hacernos daños. Pues sabes lo que yo te digo, Luís. Que si te quieres ir, que te vayas, que a mí personalmente me da igual. En tres años que llevas aquí, sólo estás ganándote el sueldo este año, así que si por mí fuera, no haría un esfuerzo económico importante para renovarte, porque no eres un valor estable como Kanouté. Eres un jugador irregular y en cualquier momento te entra la tristeza y vuelve el Luís Fabiano de los dos primeros años. Si tienes la oportunidad de tu vida, adelante, puertas abiertas, pero demuestra tu profesionalidad haciendo todo lo posible porque volvamos al lugar dónde nos merecemos. Si lo haces así, que tengas suerte allá donde te marches.