miércoles, 29 de agosto de 2007

Duele

Cómo duele tu marcha. Pasan las horas, leo todos los periódicos, lo escucho en la radio, pero no consigo creerlo. No quiero creerlo. Me duele todo. Me duele la cabeza horrores de no descansar, de no dejar de pensar, como si quisiera seguir manteniéndote entre nosotros con mis pensamientos. Me duele la espalda de tanto tiempo sentado frente al ordenador, de la televisión, intentando leer, ver, sentir cada noticia, cada segundo dedicado a ti. Me duele el alma de tanto sufrimiento. Primero porque se podía haber truncado tu vida futbolística, luego porque te ibas. Iluso de mí, pasé las primeras horas de tu agonía pensando que quizás no volvieras a vestirte de corto, pero nunca pensé que no verías nacer a tu hijo. Qué poca distancia hay entre la felicidad y la tristeza más grande. Veo imágenes tuyas celebrando nuestros triunfos solapadas con tu féretro llevado por tus compañeros. Veo tantas lágrimas de sevillistas, como yo, que lloraron aquel 27 de abril y que hoy lloran también. Las lágrimas parecen iguales, sus rostros te dicen que no. Cómo duele todo esto. Necesito cerrar los ojos y abstraerme de todo. Que empiece a rodar el balón, que seguro que es lo que estás deseando tú. Ya nunca volverá a ser lo mismo. Ya nunca. Tendrá que pasar mucho tiempo para que todas estas lágrimas se cambien por esas otras que en estos 16 meses nos has obligado a soltar. Nunca te olvidaremos Antonio. Espero que nadie jamás vuelva a vestir la camiseta del Sevilla FC con el número 16. Espero que la Puerta 16 del Sánchez Pizjuán sea tu puerta para siempre y que cada partido que juguemos se escuche en el minuto 16 un recordatorio para ti. sé que desde el tercer anillo sonreirás y vacilarás al resto de sevillistas que vean el partido contigo.

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